Life in a Spanish hamlet during lockdown
View from near the Anna Champeney Textile studio in northwest Spain
Living and managing my small independent woven textile studio in a Spanish hamlet for the past 20 years has been a wonderful experience but not easy in some ways. But during the past 2 months of lockdown in Spain many of the inconviences have paled into insignificance.
Although it´s not been widely reported on in the media, the experience of living through COVID-19 in Spanish cities or small rural Spanish villages been very different, and in general, a lot easier in sparsely populated places.
And in this particular case, it´s not so much a case of difference in wealth or salary but life choices you make and where you were born; few of our elderly neighbours are especially prosperous, and most live in the countryside simply because they were born there. Most local people are not particularly prosperous. But the last two months have made us all feel incredibly priveleged.
Whilst the rest of Spain has to wear masks, on public transport and in built-up public areas, in the countryside, as everyone had gardens and vegetable plots we were free to go outside. Although juggling home-working with home-schooling young children is never easy, and the separation from school friends is exactly the same, children have more freedom here and don´t feel the sensation of being closed-in. And in our case our 6 year old is not clamouring for screen time; she´s entranced by finding a shrew or an injured bird, or (very useful and lucky for us) picking potato bugs of the potato plants.
Although the atmosphere was strange at first (early guidelines about staying at home – directed at city dwellers were initially incorrectly applied by over-zealous local police in the countryside) political common sense prevailed enabling locals to continue to go out to sow their potato plot or tend to their vines in the village). And as such, the atmosphere in small villages such as ours is pretty much the same as normal.
The Spanish have been so fixated on the benefits of city living in the past 50 years – and leaving behind their rural roots – that they have forgotten the up-side of rural living. Perhaps COVID-19 will have at least one indirect positive result – perhaps, in Spain as in the UK, some people will consider swapping their urban flat for a modestly-priced house with a garden in one of the many small hamlets and villages that are well within commuting distance of cities such as Ourense and are crying out for inhabitants. A 30-minute drive seems a small price to pay, especially when tele-working has suddenly seemed so much more possible for many, in the past couple of months.
Cómo ya sabéis, el estudio textil está ubicado en una pequeña aldea de Ourense – no muy lejos de la zona donde se filmaron a el primer joven oso pardo en 150 años, hace unas semanas. Desde el pequeño estudio textil en la aldea diseño los tejidos y elaboro las colecciones textiles artesanales, a mano, en telares manuales.
Y ha sido aqui, en una aldea con apenas 30 vecinos, donde he pasado los últimos dos meses sin apenas salir, con la familia, entre Marzo y mayo. Salimos juntos de la aldea por primera vez ayer. Y tomé el primer cortado de un cafetería con pequeña terraza, y comimos cañas recién hechas. Qué buen sabor. Hoy en día, las pequeñas experiencias ·”normales” parecen pequeños milagros. Las aprecias mucho más.
No obstante, la experiencia de la doble cuarentena en los pequeños pueblos y aldeas de Galicia este verano ha sido totalmente diferente a la experiencia urbana. No salen nuestras historias ni experiencias en los medios de comunicación.
La verdad es que la cuarentena rural es un privilegio y una bendición, y lo sentimos todos los vecinos de la aldea. Se siente bastante seguro, con poco riesgo de contagio, y lo vives con humildad y agradecimiento, porque sabes que para muchos amigos familiares, la experiencia ha sido mucho más difícil y hay poco que puedes hacer para aliviarlo. Ha sido difícil para los vecinos mayores estar separados de la familia. Pero seguramente para los hijos, ha sido un consuelo saber que sus padres están en un lugar bastante seguro.
En momentos como estos, no pasa ni un día sin dar las gracias por vivir en el campo. Y espero que, como también está pasando en el Reino Unido, habrá más personas aquí en España pensando en mudarse a un pueblo o una aldea, fuera de la ciudad.
Porque de repente, no parece tan molesta la idea de dedicar un poco más tiempo cada día para conducir al lugar del trabajo y a las tiendas en vez de ir en transporte público (con mascarilla). Ahora, por lo menos, para algunos, es cada vez más posible, el tele-trabajo – comparado con hace sólo unos meses. La idea de vivir en a una casa con jardín, con huerto, rodeado con la naturaleza importa más que vivir en una calle central en la ciudad.
Aquí estás más consciente del cambio de las estaciones porque el paso del tiempo se registra con cada paseo que das en el campo. Aquí puedes salir con una libertad por las mañanas, (somos tan pocos vecinos aqui, entre huertos, bosques y viñas) que el distanciamiento social no es problema. Así que puedes salir sin mascarilla, y tienes la sensación así que aquí, por lo menos, la vida es más normal.
No es decir que la vida es un paraíso, ni mucho menos; Jugamos con varias pelotas en el aire, y como cualquier otra familia en este momento, nos enfrontamos con la incertidumbre económico, y la búsqueda de un equilibrio difícil entre la “escuela en casa” y el mundo del trabajo. Todo pide más energía y no hay horas suficientes en el día. A veces se sientes desorientada y parece ser que no avanzas en todo el día. Pero aun así….
Pero siempre encuentras algún momento para estar en el huerto, para comer o cenar fuera en el jardín, o pasear por las mañanas por el bosque frondoso, escuchando a las tórtolas y los cucos. Disfrutas unos pocos momentos de soledad y silencio fuera de casa en plena naturaleza. Y durante un momento te sientes plenamente presente en el momento, inmersa en un mundo de sensaciones. Y te das cuenta en este momento es posible experimentar un momento de paz, de felicidad y bienestar, a pesar de que casi todo el mundo está en crisis.
Saludas, de lejos, a los vecinos trabajando en las viñas, en los huertos. Y te sientes contenta al verles.
Y ves una niña corriendo, saltando, aprendiendo y explorando el mundo natural con todos los sentidos.
Y te alegra el corazón.